
¿Le digo, no le digo, cómo se lo digo? El secreto familiar
Los secretos familiares
Imber-Black afirma en su libro La vida secreta de las familias: «Cuando se toca la cuerda íntima de una familia, es muy posible que se encuentre un secreto» Según la autora, se pueden guardar secretos ante el cónyuge, los hermanos, los padres, los hijos, los mejores amigos, o se pueden tener secretos compartidos con estas mismas personas. Hay secretos que toda una familia guarda ante el mundo exterior con el deseo de protegerse y el temor de ser estigmatizada. Se guardan secretos ante los niños con la ilusoria esperanza de evitarles un dolor. Hay secretos que tienen como objetivo mantener el poder sobre otra persona, y otros que todos conocen -como el alcoholismo de uno de los integrantes- que impiden que una familia cruce sus propios límites rígidamente defendidos y pueda pedir la ayuda externa que necesita. Hay secretos que los débiles guardan ante los poderosos con el objetivo de ganar seguridad.
¿Cómo comienza un secreto?
Los secretos son las cosas vergonzantes para una determinada cultura, o tal vez para la subcultura de una determinada familia, raza, grupo étnico, religioso, clase social o sexo, cuyo proceso de socialización hace que de ciertas cosas no se hable. Siempre hay un contexto que contribuye a la creación de un secreto. Si nos fijamos en la historia, hay temas que son secretos en ciertos momentos y cuando la cultura cambia dejan de serlo. Así, la gente a veces aprende a hablar acerca de ellas, a veces no, y surgen secretos nuevos.
Con la intención de proteger a “familiares” de la supuesta angustia que puede producir el conocimiento de ciertos eventos, verdades, hechos, etc., el secreto opera como un manto de silencio que de todos modos “queda en el aire” y se transmite de otras formas. La comunicación se ve afectada y los síntomas pueden emerger como respuesta a estas fallas comunicativas.
Los secretos pueden afectar nuestra relación con nosotros mismos y con los otros.
Los secretos nacen, respiran, permanecen vivos, estallan o se resuelven en el marco de nuestras relaciones más significativas. Ellos modelan, facilitan y restringen nuestras posibilidades de vincularnos tanto dentro como fuera de la familia.
Cualquiera sea su contenido, funcionan como imanes: atraen a algunos miembros y rechazan a otros. Las repetidas coaliciones familiares, la cercanía y la distancia, la intimidad y el extrañamiento, todo deriva de la presencia de los secretos. A medida que se consolidan, la familia queda atrapada aunque tenga el deseo de liberarse.
Tipos de secretos
Secretos placenteros
Protegen y expanden nuestro sentido del yo. Pueden producir el temporario desplazamiento de las relaciones y crear nuevos lazos. Una niña puede participar en un secreto amable con su padre, para sorprender a su mamá con una fiesta sorpresa.
Secretos esenciales
Muchos secretos promueven los límites necesarios que demarcan una relación. Tales secretos son esenciales para el bienestar. Una familia puede tener su propio lenguaje privado, incluyendo palabras esenciales y queridas que fomentan y mantienen la cercanía. A veces en el trabajo con parejas surgen secretos sobre la vulnerabilidad: miedos e inseguridades. Estos secretos intensifican la cercanía de la pareja, en tanto marcan la diferencia con los hijos, los padres, etc. Los secretos esenciales son parte de los “contratos” en nuestras relaciones y romperles puede ser un acto de traición.
Secretos nocivos
Son los que envenenan nuestras relaciones. Pudo haberse formado tres generaciones atrás o el mes pasado. En ambos casos, las historias claves de la familia permanecen silenciadas e inaccesibles. Estos secretos diezman nuestras relaciones y desorientan nuestra identidad. Asimismo, cercenan nuestra capacidad para realizar elecciones claras, para utilizar recursos de forma eficaz y para participar en relaciones autenticas. Mantener estos secretos a menudo tiene efectos negativos crónicos en la capacidad para solucionar problemas, en el repertorio temático de las conversaciones, en las percepciones y el bienestar emocional. Este tipo de secreto quita energía, promueve ansiedad, abruma a quienes lo conocer y confunde a quienes no lo conocen.
Al vivir dentro de un secreto nocivo se amplifican nuestras dudas acerca del modo como las otras personas pueden responder. Si guardo un secreto con mi pareja, ¿puedo verdaderamente confiar en su amor? ¿Contaría con su aprecio si supiera lo que oculto? Esto es muy común cuando se trata de abortos anteriores.
Vivir excluido de un secreto nocivo nubla nuestra visión. Al presentir un secreto pero no contar con su confirmación, comenzamos a dudar de nuestras propias percepciones. ¿Qué estamos viendo cuando se nos dice que no estamos viendo lo que pensamos que vemos?